La respiración tiene un papel clave en el desarrollo y mantenimiento de las crisis de ansiedad inesperadas.
Y es que la forma de respirar está estrechamente relacionada con las emociones, de manera que ésta se acelera o se ralentiza en función de nuestro estado anímico.
Así pues, cuando estamos tranquilos, la respiración es lenta, relajada y apenas la percibimos. Cuando dormimos, es profunda y abdominal. En cambio, cuando nos invade el estrés y la ansiedad, se vuelve rápida, superficial y torácica (utilizamos la parte superior del pecho).
En este último caso, puede aparecer un fenómeno que provoca sensaciones muy desagradables: la hiperventilación.
La hiperventilación se define como el aumento en la tasa de respiración por encima de las necesidades de oxígeno del organismo. Es decir, la persona toma más oxígeno del que necesita en ese momento. Esta oxigenación excesiva genera un descenso en el dióxido de carbono que se encuentra en la sangre, fenómeno que a su vez provoca determinados cambios funcionales en el organismo.
Como consecuencia de estos cambios funcionales, pueden aparecer una serie de síntomas, entre ellos:
• Síntomas centrales: sensación de asfixia o de atragantarse, mareo, desrealización (sensación de irrealidad o de estar distanciado del entorno), confusión, visión borrosa y despersonalización (sensación de estar separado de uno mismo).
• Síntomas periféricos: taquicardia, manos frías y húmedas, hormigueo y pinchazos en las extremidades, escalofríos y rigidez muscular.
• Síntomas generales: opresión, molestia o dolor en el pecho, cansancio, sensación de calor y sofocos.
Estos síntomas son muy desagradables pero, a su vez, son inofensivos: no implican peligro alguno. Por sí solos -suponiendo que la persona solamente sufre hiperventilación provocada por ansiedad y no hay cardiopatías u otras enfermedades subyacentes- no ponen en riesgo nuestra vida ni tan siquiera pueden perjudicar nuestra salud.
Sin embargo, suelen provocar miedo a la persona que los sufre, emoción que provoca que la ansiedad se haga cada vez más intensa, entrando en un bucle del que es muy difícil salir.
Si tiendes a hiperventilar y no sabes cómo controlar este fenómeno, así como los síntomas y sensaciones que se derivan, puedes acudir a un profesional de la psicología que te ayude a través de una terapia personalizada.
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