La Navidad es un momento de alegría para mucha gente, pero también puede llegar a ser una época muy difícil para aquellas personas que recientemente han perdido a alguien, ya sea por defunción o separación.
Algunas de estas personas no quieren sentir el sufrimiento durante estas fiestas en las que “todo el mundo tiene que estar contento”. Evitan este padecimiento y, por lo tanto, dejan de expresarlo. En estos casos, el dolor pospuesto acabará saliendo tarde o temprano.
Otros sujetos no posponen la salida de este dolor profundo. Por el contrario, lo sienten en toda su magnitud en estos días llenos de nostalgia y recuerdos. Necesitan llorar, desahogarse, hablar de esas emociones que les encoge el alma con las personas de su entorno. Sin embargo, muchas veces se ven obligados a reprimirse y se fuerzan a sacar su mejor sonrisa para evitar incomodar a los demás “con sus penas”.
Y es que las personas del entorno, sin darse cuenta y con sus mejores intenciones, pueden llegar a ejercer una fuerte presión sobre el individuo que está transitando a lo largo del proceso de duelo. Por ejemplo, le pueden hacer sentir culpable, incomprendido o impotente si expresa emociones tan sanas como la tristeza: “¡Alegra esa cara!, ¡Que estamos en Navidad!”; “¿Que no quieres salir en Noche Vieja?… ¡Venga, hombre!… ¡Ni hablar! ¡Te vienes a cenar con nosotros!”.
Este profundo sufrimiento en silencio hace que el sujeto se sienta solo, aislado, incomprendido, frustrado, sobrepasado y angustiado por una tristeza que no encuentra un hombro sobre el que llorar. La persona necesita consuelo y éste no aparece por ninguna parte.
¿Cómo podemos, pues, ayudar a aquella persona que durante estas fiestas está pasando por un proceso de duelo?
Simplemente preguntándole cómo se encuentra y si le podemos echar una mano en algo. También agradecerá que le ofrezcamos compañía y consuelo en el caso de que lo necesite. Si prefiere llorar en soledad lo respetaremos y si no quiere llorar ni hablar de sus sentimientos, también. Dejaremos que haga aquello le apetezca durante estos días, sin forzarla en absolutamente nada.
Por lo tanto, respetaremos desde la persona que prefiere no celebrar los días señalados y estar en su casa para vivir su duelo en soledad, hasta aquélla que decide celebrarlo todo con el objetivo de estar distraída y pasarlo bien, pasando por la que quiere hacer solamente algunas de las comidas acompañada para sentirse más reconfortada, a pesar de no tener ganas de celebraciones.
Evidentemente, si el sujeto que ha sufrido la pérdida se encuentra perdido, desconsolado a pesar de tener compañía y no es capaz de analizar ni cómo se siente ni qué quiere hacer durante estos días, le podemos animar a buscar a un buen profesional que le ayude a afrontar la pérdida, tanto durante estas fiestas como una vez hayan pasado.