“No puedo más. Siempre me como la cabeza por todo. ¡Me he pasado las últimas tres semanas dándole vueltas a tantas y tantas cosas!
Que si la incertidumbre sobre si me voy a sacar o no las oposiciones, que si cómo estará mi niño (en realidad no es tan niño… ya tiene 26 años) en su nueva vida en Irlanda, que si qué haré de comer cuando vengan Ana y Luís a cenar a casa este domingo, que si este o el otro ha dicho esto o lo otro en el trabajo, que si la salud de mis padres, que si los nervios de ser presidenta de la comunidad y tener a todos los vecinos contentos, que si… Una lista interminable.
En realidad no es cosa de las últimas tres semanas… siempre ha sido así… Desde que tengo uso de razón me he estado preocupando por una cosa u otra.
¿Por qué no estoy nunca tranquila?”
Todos tenemos preocupaciones y podemos sentirnos desbordados por ellas en algún momento de nuestras vidas.
Pero, ¿qué es una preocupación?
Podemos definir la preocupación como una cadena de pensamientos (y también imágenes) incontrolable, que nos provoca emociones negativas y que anticipa un peligro futuro que es percibido como amenazante e insalvable.
Las preocupaciones son sanas y adaptativas si se utilizan como primer paso para solucionar un problema real. Por ejemplo, si estoy preocupada porque un amigo me ha criticado, diciéndome que soy una irresponsable, y no entiendo a qué viene tal crítica y temo que me rechace a raíz de ésta, voy a intentar solucionarlo. Le preguntaré qué ha querido decir con eso y, si veo que tiene razón (o parte de razón), intentaré cambiar aquello que considere que podría haber hecho de manera más responsable. Si creo que no tiene razón le daré mis argumentos intentando llegar a un entendimiento. Es decir, pasaré de preocuparme a ocuparme.
En cambio si, ante tal crítica, empiezo a darle vueltas a pensamientos del tipo: “¿por qué habrá dicho eso?”, “ya no contará conmigo porque cree que soy una irresponsable”, “me criticará a los demás y me rechazarán a la hora de hacer trabajos cuando en realidad no soy una irresponsable”, “¿y si se lo dice a Lucas y todos mis esfuerzos por conquistarlo se van al garete?”, etc., lo que estaré haciendo es preocuparme de manera desproporcionada y dramática, visionando un futuro negro que quizás no llegue nunca. Y, lo que es peor, me estaré privando de la oportunidad de solucionar las cosas y, por lo tanto, de poder dejar de preocuparme.
También puede ocurrir que aparezcan preocupaciones ante cosas que realmente no tienen solución. Si no tienen solución, ¿entonces para qué preocuparse? En estos casos, el camino sano es adaptarse a los cambios de la mejor manera posible.
Creencia de que las preocupaciones son útiles
La persona que tiende a preocuparse en exceso tiene la mente ocupada con pensamientos negativos que se retroalimentan constantemente: cuanto más piensan en aquello que les preocupa, más se refuerzan estas preocupaciones. Se quedan atrapados dentro de un bucle de negatividad que les provoca un fuerte malestar que puede llegar a ser muy incapacitante.
Si lo ideal es pasar de preocuparse a ocuparse o bien adaptarse a aquello que no tiene remedio, ¿por qué hay personas que se quedan dándole vueltas y más vueltas a estos pensamientos?
Normalmente, este comportamiento es debido a la falsa creencia de que mientras le doy vueltas estoy controlando la situación, estoy responsabilizándome y solucionando mis problemas. Es como si costara dejar de lado la preocupación porque “me ayuda” a creer (¡creencia que es errónea!) que me estoy encargando de solucionar las cosas… cuando, como hemos comentado, no es así.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada
Cuando las preocupaciones abarcan diferentes ámbitos de la vida del sujeto (familia, amistades, trabajo, salud, etc.), hacen referencia tanto a aspectos importantes del día a día como a cuestiones menores y se llega al punto en el que solamente se deja de lado una preocupación cuando aparece otra nueva, hablamos de Trastorno de Ansiedad Generalizada.
Además, para diagnosticar un TAG, se tiene que cumplir que la persona sienta ansiedad y que este estado de preocupaciones intensas se mantenga como mínimo durante seis meses.
La persona con TAG siente que es totalmente incapaz de controlar su mente para dejar de preocuparse y sufre, como añadidura, tres o más de los siguientes síntomas: tensión muscular, insomnio, irritabilidad, dificultades para concentrarse, inquietud o impaciencia.
En estos casos es conveniente acudir a un profesional antes de que este problema se cronifique. Cabe decir que hay otros casos en los que se aconseja buscar ayuda: cuadros en los que las preocupaciones son un síntoma más de un trastorno depresivo, situaciones en las que solamente hay una preocupación pero esta se vuelve incontrolable, etc.
Preocupación parece… pero no lo es: la obsesión
En el caso de que la persona le de vueltas a un pensamiento, imagen o impulso que ha aparecido de manera intrusiva (contra su voluntad) en su mente y cuyo contenido es absurdo, descabellado o va en contra de sus valores, hablamos de una obsesión y no de una preocupación. Son entidades muy diferentes.
Anticipando el futuro en positivo
Vivir preocupado es tirar la vida por la borda, ya que implica percibirla como algo peligroso y hace que estemos constantemente en alerta. De esta manera, si nos preocupamos en exceso, estamos anticipando los sucesos en negativo y nos estamos creando un futuro negro que quizás nunca llegue.
Y es que, como dijo una vez Séneca: “Un hombre que sufre antes de lo que es necesario, sufre más de lo que es necesario”. ¿Tiene sentido preocuparse sin tener un motivo presente? Seamos conscientes de que el futuro ya traerá sus propias adversidades… ¡así como sus propias alegrías! 🙂
Hola. excelente blog… he leído otros post y los comentarios de tus lectores… me encanto!! yo soy argentina, trabajo en artes visuales y en este momento trabajo en mi proyecto de tesis, me interesaría dialogar con vos sobre si crees que existe una relación entre la creatividad y las afecciones psicológicas, la emocionalidad y la sensibilidad de las personas.
muchas Gracias desde ya y saludos desde el cono sur!!!
Hola Quetim Porta,
Muchas gracias por tu comentario. Me alegra que te guste el blog.
Pienso que planteas una cuestión interesantísima, cuando hablas de la posible relación entre creatividad, problemas psicológicos, emocionalidad y sensibilidad. Tendría muchas cosas que decir al respecto. Pienso que es un tema muy, muy complejo que no se puede responder en un simple comentario. La respuesta no es ni «sí que lo creo» ni «no lo creo», sino que hay muchísimos matices. Si te parece, cuando disponga de un poquito más de tiempo, dialogamos sobre ello todo lo que quieras. 🙂
Saludos hacia el cono sur! 🙂
MUY INTERESANTE ME PREOCUPARE MENOS