Muchas veces intentamos ayudar a las personas que más queremos con toda la buena intención del mundo y, por falta de información, aplicamos soluciones que no se traducen en mejoría, al contrario. Y es normal. Es imposible saberlo todo y acertar siempre. No nos tenemos que culpabilizar por ello.
En el caso de la anorexia nerviosa (AN), esto ocurre con frecuencia. Nos damos cuenta de que nuestra amiga se ha adelgazado repentinamente y le decimos lo delgadísima que está, pasando a hacerle un interrogatorio de tercer grado en relación a su peso, su dieta, etc. Vemos cómo nuestra hija se niega a comer y, ante la preocupación que nos causa su imagen extremadamente flaca, la presionamos para que lo haga, llegando a discutir y a repetirse estas disputas día tras día sin verse ninguna mejora…
Y es que estas situaciones, lejos de ayudar a la persona afectada de AN, lo que hacen es mantener o agravar el problema: sigue adelgazando más y más ante nuestra mirada impotente. Vemos cómo cada vez come menos, cómo intensifica el ejercicio y las actividades mentales e incluso, en algunas ocasiones, cómo se va al lavabo después de cada comida aunque haya ingerido cantidades ridículas.
¿Por qué se crean estas dinámicas que no solucionan el problema?
Esto ocurre porque, ante una persona con este problema, se tiende a prestar solamente atención a la acusada pérdida de peso, la repercusión de ésta sobre la imagen corporal y los comportamientos ante la comida.
Aunque el cuerpo salga muy malparado, tenemos que recordar que la AN no es un trastorno físico: es psíquico. No es una manía temporal que se pasa con la edad, no es un capricho: es un trastorno grave y, como tal, necesita un buen tratamiento. El peso, la imagen y la comida son el centro de las obsesiones de las personas afectadas por AN y aquello que más ansiedad y malestar les provoca. Basan su autoaceptación y autoestima principalmente en su imagen (si sienten que tienen algún kilo de más se infravaloran exageradamente), tienen terror a volverse “gordas” incluso estando delgadas y, por lo tanto, pasan a controlar la comida con la intención de comer lo menos posible para ir adelgazando.
Lo paradójico del caso es que a medida que van adelgazando más y más, en lugar de verse más delgadas, se ven más “gordas”. Nos viene a la cabeza la típica imagen de la chica en infrapeso severo que se está mirando al espejo y se ve obesa. Es lo que se llama distorsión del esquema corporal o, dicho de otro modo, alteración de la percepción de la silueta. Este fenómeno, que se puede dar en mayor o menor medida, es debido a la desnutrición cerebral a la que se ha llegado como consecuencia de la inanición. Siguiendo la paradoja, cuando la persona empieza el tratamiento, y con éste la renutrición, a medida que va recuperando el peso se va viendo mejor, más delgada.
Con todo esto, podemos ser conscientes de cómo es el mundo de la persona con AN: todo gira alrededor del control de la comida, la imagen y el peso. Por lo tanto, si intentamos acercarnos a ella a únicamente a través de sus obsesiones, relacionadas con estos tres aspectos, no conseguiremos nada. Todo lo contrario, se crearán resistencias y situaciones en las que la persona afectada sentirá que la madre es su enemiga número uno por obligarla a comer, la amiga su enemiga número dos por interferir en el proceso de adelgazamiento que tanto necesita seguir para sentirse aceptada y perfecta, etc.
Cuando alguien está muy obsesionado y no es consciente de ello, los razonamientos pueden llegar a ser contraproducentes. Y es que, con éstos, la persona puede interpretar incluso que se le quita libertad de acción, de manera que puede llegar a negar tajantemente que tenga un problema.
Entonces, ¿cómo acercarnos a la persona afectada para ayudarla?
Para empezar, haremos un gran esfuerzo por no hablar excesivamente de su físico, peso, imagen corporal ni tampoco de la comida. En todo caso, si le hablamos de estos aspectos, lo haremos con tranquilidad, mostrando comprensión y evitando las discusiones.
Además, incidiremos en la sintomatología asociada:
- Cambios en el estado de ánimo. Lo más frecuente es que a medida que se pierde peso, la persona se vuelva mas irritable y/o triste y llore con más frecuencia que antes.
- La persona afectada, evitando con escusas las comidas con amigos y familiares, se va aislando progresivamente de su entorno social.
- La ansiedad aparece ya desde el principio, debido al miedo a ganar peso, la valoración que los demás hagan de su cuerpo y la pérdida acusada de autoestima que, ya de por sí, es bajísima.
Así pues, podemos acercarnos a nuestra hijo/a, hermano/a, amigo/a, mostrándole una preocupación sincera por su tristeza, irritabilidad, aislamiento… pero sin que se sienta culpable ni juzgado/a. Nos acercaremos a la persona a partir de las emociones y desde la empatía, nunca a partir de la razón. No le diremos que tiene que comer para tener energías para estudiar o trabajar, ni que se mire al espejo para que vea lo delgada que está. Por ejemplo, en lugar de espetarle: “¡Con lo alegre que eras antes! ¡Ahora siempre estás enfadada y encerrada en tu cuarto! ¿Dónde está mi hija cariñosa?”, le podemos comentar : “Tu padre, tus hermanos y yo estamos preocupados por ti. Últimamente te vemos triste, pensativa y notamos que prefieres estar sola. Sabes que te queremos mucho y nos gustaría poder ayudarte”.
Las palabras deben ir acompañadas de una expresión no verbal también empática y afectuosa. Si nos cuenta qué le ocurre, abriéndonos la puerta a todas sus angustias y obsesiones, debemos escucharla poniéndonos en su lugar, e intentando comprender lo que está sufriendo y el porqué, pese a que no lo compartamos. Se trata de que vea que en nosotros tiene un soporte donde agarrarse para salir del pozo en el que se encuentra metida. Además, reforzaremos el hecho de que nos lo haya contado, reconociendo que para ella habrá sido muy difícil dar este gran paso.
Si, por el contrario, se da el caso de que quita importancia a la situación y manifiesta un fuerte hermetismo, le podemos decir, sin alterarnos pero con determinación, que creemos que puede tener problemas con la comida y que quizás se trata de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA). No es cuestión de imponerle lo que pensamos de manera autoritaria, sino de explicarle aquello que hemos observado que nos lleva a pensar en un posible TCA. Evitaremos que se sienta controlada y le propondremos diferentes opciones, afirmando que nosotros le daremos soporte y la ayudaremos escoja la alternativa que escoja. Algunas de estas opciones podrían ser acudir a un psicólogo especialista en estos trastornos para que la informe, a un médico nutricionista o a alguna asociación que se dedique a la acogida y acompañamiento de personas afectadas y sus familiares. En el caso de que sea menor de edad, la llevaremos nosotros mismos manteniéndonos firmes en nuestra decisión.
Si, aún intentando que ella coja las riendas de la situación y se responsabilice de su mejora, vemos que no toma la iniciativa, podemos dirigirnos nosotros mismos a un centro especialista en TCA para que nos orienten en relación a las pautas a seguir para conseguir que la persona afectada empiece un tratamiento. Una vez esté en manos de buenos profesionales y haya iniciado la terapia, nosotros como amigos o familiares ya podremos disponer de unas buenas pautas (diferentes en función de la edad) para poder relacionarnos con ella de la manera más beneficiosa posible. Y es que no somos culpables de que nuestro familiar o amigo/a tenga AN, nuestra actuación no lo curará porque no le haremos de terapeuta (no debemos hacerlo), pero sí que está en nuestras manos el colaborar e implicarnos en su mejora para intentar que esta sea más llevadera y fácil.
En definitiva…
Si sospechamos que nuestra hija, amigo, etc., tiene AN no es cuestión de alarmarse pensando que no hay remedio ni vuelta atrás, pues se trata de un trastorno que tiene cura en un alto porcentaje de casos. En concreto, según las investigaciones epidemiológicas realizadas a escala internacional, un 48% de las personas afectadas se curan totalmente y un 29,1% mejoran. También hay que tener en cuenta, sin embargo, que es un trastorno que puede, en casos extremos, causar muerte por inanición. Por lo tanto, no le quitéis importancia al problema por muy inteligente y razonadora que veáis a la persona afectada. Cuanto antes os pongáis en marcha, favoreciendo un diagnóstico y tratamiento precoz, mejor será el pronóstico.
Hola, quiero comentarles mi situación, a mi me pasa wue no me viene el apetito, no tengo ganas de comer, y lo que como me da asco.
No se si es psicológico o realmente que es y por que me pasa, no me interesa el físico en general, creo que estoy bien así, pero tampoco quiero comer!
Esa es mi situacion, necesitaría ayuda!!
Hola Sofia y tod@s,
Gracias por vuestras aportaciones.
Os recuerdo que, en estos momentos, no puedo atenderos puesto que estoy de baja por maternidad. Estaré de nuevo en mi despacho de psicología a partir de septiembre, momento en el que (si no habéis buscado la ayuda de otro profesional) podéis mandar vuestras consultas a mi página profesional martacomadran.com
Disculpad las molestias.
Saludos
Hola tengo aproximada mente cuatro días k de un de repente ce Me viene un miedo horrible y me empiezo asentir Mini mal ce me acelera,el ritmo cardíaco y ciento k me falta el aire siento algo k deme mi garganta nombrada hambre y me da mucha Sep y un desespero horrible k puedo acer ya me Ice estudios y no tengo nada,a k ceder esto k me pasa,me da,Di una,a veces k ando bien y Di una empiezo sentirme mal y mal me pueden dar un concejo por favor no kiere seguir así yo tengo 3-hijas y A mi esposo .alludennme