Escucha activa: El arte del buen conversador

Dos sillas conversando Carlos ha estado hablando con Iván. Se ha marchado a casa con una sonrisa en los labios, pensando en lo a gusto que está charlando con su amigo cuando le apetece explicarle algo que le preocupa. Y es que cree que Iván tiene lo que se llama una “conversación interesante”: es una gozada parlotear largo y tendido con él y es reconfortante sentir su apoyo en los malos momentos. Han estado hablando de lo que le está costando a Carlos encontrar trabajo y éste, tras la conversación, se ha sentido mucho mejor.

Carlos no repara en que, aunque define a Iván como un buen conversador, éste precisamente no se ha excedido hablando. En cambio, no ha escatimado esfuerzos a la hora de escuchar a su amigo. Su gran virtud es que sabe escuchar activamente, es decir, es capaz de prestar atención a sus interlocutores cuando hablan, ponerse en su piel sin ninguna intención de juzgarlos, no los interrumpe, se interesa de manera sincera haciendo comentarios relacionados con lo que acaban de decir (sin cambiar de tema ni focalizar el curso de la conversación en él mismo), y un largo etcétera.

Por lo que respecta a Iván, solamente ha estado a gusto con Carlos mientras éste último le hablaba de sus cosas, pues realmente se preocupa por su amigo e intenta entenderlo y darle soporte. Sin embargo, cuando Iván ha empezado a hablar de un tema que le inquieta (ha tenido una fuerte discusión con su pareja) Carlos le ha espetado (mirando hacia otro lado): “¡Bueno, hombre, eso no es nada!… ¡Ojalá todos los problemas fueran como el tuyo!”. Después de este comentario, la conversación se ha interrumpido y, a continuación, Carlos ha cambiado de tema hablando del buen día que hacía. Iván se ha sentido incomprendido y juzgado, pero ha preferido comentárselo otro día (si vuelve a surgir el tema) porque es consciente de que Carlos hoy tiene muchas preocupaciones… no es el momento.

¿Qué es la escucha activa?

La escucha activa es una habilidad social que facilita la relación con los demás y el mantenimiento óptimo de conversaciones. Y es que, a través de ésta, demostramos al otro que le estamos prestando atención, lo intentamos comprender y nos interesamos por él. Esta manera de empatizar y ser capaz, además, de mostrar esta empatía, se transmite a través de determinadas conductas.

¿Qué conductas tenemos que tener para escuchar de forma activa?

Si tienes una conversación en la que quieres interesarte de verdad por tu interlocutor, lo fundamental es hacer tabula rasa en tu mente. Es decir, intenta despojarte de prejuicios, suposiciones sobre lo que nos va a contar y evita estar pendiente de lo que vas a decir tú. Es la manera de partir con una buena predisposición, con un “soy todo oídos” sincero. Una vez dispuestos a comprender al otro, también debemos ser capaces de mostrar esta comprensión auténtica. Para ello:

• Mantén una postura relajada que refleje interés: por ejemplo, inclínate ligeramente hacia tu interlocutor.

• Mantén el contacto ocular. No hace falta que lo mires fijamente con los ojos como platos, pero sí que no desvíes la mirada hacia otros focos de atención. Por lo tanto, está claro que no vamos a estar haciendo otra actividad mientras nos hablan: ¡prohibido leer o enviar whatsapps!.

Asiente con la cabeza y acompaña sus palabras con expresiones del tipo “aja”, “sí…”, etc., para que vea que lo escuchas sin perder el hilo.

No interrumpas. Incluso si el otro se queda un momento en silencio, vale la pena darle un tiempo para ver si él mismo retoma el hilo de su discurso. Estos silencios muchas veces van muy bien para que la persona aclare sus ideas antes de expresarse, sobre todo si tiene preocupaciones y su mente en esos momentos es un caos.

No precipites soluciones. Soy consciente de que es muy difícil llevar a la práctica este punto. Cuando alguien nos cuenta su problema y sabemos que está sufriendo, con muy buenas intenciones y con el objetivo de evitarle el sufrimiento, tendemos a aconsejarlo demasiado rápido. Sin embargo, quizás se encuentra en un momento en el que no quiere un consejo sino que quiere que se le escuche y se le comprenda. Simplemente eso, repito, que se le escuche y se le comprenda. Si alguien nos dice: “Echo de menos a Juan. Desde que nos separamos que no levanto cabeza… (se queda pensando y está a punto de llorar)”, no le va nada bien que le digamos: “Oye… ¡Vente esta noche a cenar a casa… así te animas!”. Una de las maneras de dar comprensión a esta persona es queriendo saber más sobre cómo se siente, pidiéndole aclaraciones sobre lo que acaba de decir con un: “¿Qué quieres decir con lo de que no levantas cabeza?”. Simplemente preguntando sobre una expresión que ella misma ha verbalizado, la persona siente que la escuchamos y que nos interesamos por saber más y entender por lo que está pasando. No hace falta dar consejos desde nuestro punto de vista si no nos los pide, aunque siempre podemos preguntar: “¿Y te puedo ayudar de alguna manera?” (aquí invitamos a la persona a que nos pida sugerencias sólo si quiere).

No quieras adivinar lo que el otro te va a decir. Muchas veces, por nuestra propia experiencia o porque creemos que conocemos muy bien a la otra persona, nos adelantamos y le comentamos lo que creemos que va a decir: “Ya, claro… y estás pensando en que tu pareja te está siendo infiel”. Seguramente, la persona iba a decir algo totalmente diferente y con nuestra suposición precipitada provocamos que no se sienta escuchada.

• Intenta meterte en su piel: ¿Cómo te sentirías tú si estuvieras atravesando su situación o tuvieras su problema? Esto te puede ayudar a darte cuenta de que la persona se puede sentir mejor simplemente si la escuchas, la aceptas (sus pensamientos, sentimientos…), evitas juzgarla e intentas comprenderla. Y es que la escucha (¡activa!) puede hacer que la persona aclare su mente, salga del caos y encuentre la solución a su problema por ella misma.

• Haz preguntas abiertas sobre lo que te está explicando, para que se pueda expresar a sus anchas, hablándote de lo que más le preocupa.

• Si vas resumiendo su discurso, la ayudarás a ordenar sus pensamientos y a ti te servirá de confirmación de que la estás entendiendo. Por ejemplo, puedes empezar diciendo: “Si lo he entendido bien, quieres decir que (…) ¿Es así?”.

Reproduce sus sentimientos, tanto si son expresados conscientemente como si te das cuenta de que los tiene pero no los verbaliza. Por ejemplo, si nos dice “¡Ya no quiero ver más a Laia!” (entrecejo fruncido y puños apretados), le podemos comentar: “Parece que estás muy enfadado con Laia”. Esta manera de actuar puede ser útil para que la persona se sienta comprendida y también para que se anime a exteriorizar más emociones que la ayudarán a sentirse mejor.

¿Hasta qué punto es negativo no practicar la escucha activa con los demás?

Todos hemos oído alguna vez conversaciones en las que no se practica la escucha activa, de manera que cada interlocutor habla de lo suyo, sin escuchar al otro. En estos diálogos, oímos cómo las dos personas se van interrumpiendo y aparece una conversación superficial en la que cada uno “va a la suya”. Tener estas conversaciones superficiales, en las que no se hace ningún esfuerzo por escuchar al otro, no tiene porque ser negativo siempre. Quizás las dos personas se marchen tan contentas, después de ese encuentro catártico en el que han dado rienda suelta a todo lo que querían decir, sin preocuparse de ser escuchadas o de escuchar al otro.

El problema surge cuando uno de los interlocutores tiene el objetivo (más o menos consciente) de explicar algo que le preocupa, cómo se siente, etc., buscando comprensión y ser escuchado.

La importancia de la asertividad en relación a la escucha activa

Si queremos escuchar al otro porque queremos comprenderlo y que se sienta comprendido, es necesario ser asertivo para escoger el mejor momento. Y es que, como vamos insistiendo, la escucha activa implica un esfuerzo de atención e interpretación de lo que el otro nos explica. Si queremos realmente escuchar, no podremos hacerlo si estamos, por ejemplo, cansados o vamos con prisas. Por lo tanto, si una persona nos pide ser escuchada en uno de estos momentos, será muy beneficioso (para los dos) ser asertivo, siendo capaz de decir: “Veo que lo que has empezado a explicarme es importante. Me gustaría poder escucharte atentamente pero es que ahora estoy muy cansado… son las once de la noche y he tenido un día muy duro. ¿Te importa si aplazamos esta conversación hasta mañana que estaré más receptivo?”.

Por otra parte, también estaría bien ser asertivos tanto para pedir al otro que nos escuche (estamos en nuestro derecho) como para respetarlo si en ese momento nos dice que no le va bien (está en su derecho). Es decir, podemos decirle directamente (supongamos que tu pareja está delante del ordenador): “Tengo algo que decirte. ¿Me puedes escuchar un momento, por favor?”. Si el otro se niega, alegando que tiene mucho trabajo, lo respetaremos (si es muy importante, insistiremos con respeto).

De la misma manera si, ante nuestra petición asertiva de escucha, la otra persona nos dice: “Te escucho” pero vemos que continúa tecleando delante del ordenador, intentaremos no empezar un conflicto con expresiones del tipo: “¡Es que nunca me escuchas!”. Simplemente, podemos crear el contexto idóneo para que nos escuche (si quiere). Por ejemplo, le podemos decir: “¿Puedes venir un momento al salón? Así estaremos más tranquilos para hablar…”

Paciencia durante el entrenamiento

Puede que estés mucho más cómodo hablando que escuchando porque es lo que has hecho durante toda tu vida. Es normal y comprensible: hay muchísimas personas a las que les pasa lo mismo. Sin embargo, no veas como una montaña esto de empezar a escuchar activamente a los demás.

Si, a partir de hoy, te propones practicar la escucha activa, ten constancia y paciencia. Además, no seas beligerante contigo mismo: permítete ir poco a poco sin exigirte un diez. Te puedes marcar pequeños retos a superar día tras día. Por ejemplo, mañana intenta empezar a mirar más a los ojos mientras te hablan; cuando lo hayas conseguido, intenta empezar a evitar las interrupciones… y, así, pasito a pasito y sin buscar la perfección (evitando de esta manera la frustración).

Si eres constante, seguro que dentro de un tiempo te das cuenta de que comprendes más a las personas que te rodean y ellas se sienten más comprendidas cuando hablan contigo.

Acerca de Marta Comadran

Psicóloga (itinerario Psicología Clínica y de la Salud) y Bióloga Sanitaria. Consulta privada de terapia y apoyo psicológico en Mollet del Vallés (muy cerca de Barcelona). También servicio online, en www.martacomadran.com. Tenéis más información en las pestañas "Sobre mí" y "Contacto"de mi blog.
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4 respuestas a Escucha activa: El arte del buen conversador

  1. podi dijo:

    Gracias; no es fácil escuchar; a veces interrumpimos, damos soluciones, puntos de vista que no nos piden,… con la intención de dejar claro que nos interesamos por el tema y que queremos colaborar en lo posible; no siempre se nos requiere eso.
    Nos damos perfecta cuenta cuando somos nosotros los que explicamos. A mí me gusta, sobre todo, «ser entendido» más que me aporten una solución (problemas no materiales); solución que casi siempre pretendo encontrar yo y no suele coincidir con la que me aportan los demás. Lo más importante es que mi punto de vista, cuando soy yo quien explica una problemática, sea entendido; …luego puedo escuchar posibles soluciones de las que tomo nota.
    Ya digo que no es fácil escuchar así cuando son los otros los que explican (por otra parte hay gente que sí requiere «soluciones» o puntos de vista.

    podi-.

  2. Gracias por tu reflexión, Podi. Se nota que te conoces muy bien a ti mismo y que sabes aquello que te funciona y aquello que no. Vale la pena analizarse a uno mismo como tú haces para, dado el caso, poder aclarar a los demás cómo nos pueden ayudar (igual que a nosotros nos gustaría saber cómo podemos ayudar a un ser querido que está en dificultades). Por ejemplo les podemos pedir que nos escuchen, que es lo único que necesitamos en estos momentos o, si estamos preparados y así lo queremos, podemos pedir consejos directamente para poder tener en mente otros puntos de vista que quizás nos abren una nueva perspectiva. Esta nueva perspectiva nos puede dar un empujón para solucionar el problema.
    ¡Saludos!

  3. dcow92 dijo:

    Hola. Es la primera vez que visito este blog. Me ha parecido interesantísimo.
    Hay algunas cosas que ya había intentado practicar a la hora de escuchar a alguien, y otras que no. Este post me ha incitado a seguir practicando algunas de esas cosas porque, como dices, no es fácil hacer todo eso.
    Aunque un detalle con eso de ponernos en la piel de los demás… he leído y reflexionado en que si nos imaginamos a nosotros mismos en la situación del otro, puede que no ayudemos mucho pues es muy probable que pensemos que NOSOTROS haríamos tal cosa en esa situación. Y eso quizá nos lleve a no entender completamente a la persona. Por eso concuerdo en lo que alguna vez leí: debemos tratar de imaginar cómo se siente dicha persona en su propia situación, más que en cómo nosotros nos sentiríamos en esa misma situación. Claro, esto es difícil, pero vale la pena intentarlo.
    Saludos.

  4. Hola dcow92,

    Muchísimas gracias por tu aportación. Tu reflexión me ha parecido muy interesante y pertinente. Tienes toda la razón. De hecho, ahora releyendo el post creo que quizás en ese punto de «meterse en la piel del otro» no me he expresado correctamente. Y es que meterse en la piel del otro significa justamente lo que has comentado: «imaginar como se siente dicha persona en su propia situación». Meterse en la piel del otro no es imaginarme en la situación del otro con mis propios sentimientos y pensamientos, sino que significa imaginarme en la situación del otro desde su perspectiva del mundo en todos los sentidos y desde sus propios sentimientos, pensamientos y bagaje (experiencias) personal… En caso contrario, ya no podemos hablar de que estamos en su piel, porque continuamos en la nuestra. Daba por hecho que se entendía así, pero ahora me he dado cuenta de que no tiene por qué entenderse así ya que no me he expresado del todo bien. Te agradezco mucho, insisto, el que hayas matizado este punto para evitar interpretaciones erróneas. Quizás la pregunta que sigue al punto «Intenta meterte en su piel» podría ser «¿Cómo te sentirías tú si fueras él/ella en esa situación o con ese problema?» para ser más exactos.
    Decirte también que me alegro de que te haya gustado el blog. ¡Tus reflexiones, opiniones y críticas serán muy bien venidas!

    Saludos.

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